Un espacio incomodo y necesario llamado feminismo(s)

En contra del mar

Hace nueve años me encontré con el feminismo. Buscaba desesperadamente en internet argumentos para explicarle a un maestro que ser homosexual no era una parafilia. No fui consciente de cómo este momento cambio mi vida. Hubiera querido saber que este proceso era desafiante, agridulce e incluso doloroso. Cosas tan cotidianas como ver la tele, leer, escuchar música, ir a la universidad, al trabajo, estar con mi familia y amigxs no volvieron a ser igual, pues poco a poco fui siendo más consciente de la misoginia, el machismo, la discriminación y la violencia que existe en todas esas situaciones y espacios.

Creo que los momentos más confrontativos para mi fue aceptar y aprender a lidiar con que las personas que amo replicaban ese discurso machista, que habían sido y eran violentos con otras personas y conmigo y particularmente, darme cuenta que yo también lo había sido.

Es común escuchar entre feministas que se pierden amistades, empleos, familias por señalar la violencia y la misoginia, pero no es tan común compartir las dolorosas reflexiones que tenemos sobre nosotras y como hemos ejercido distintas formas de opresión hacia otras.

Ahora me parece muy lejana aquella primera definición de feminismo que no recuerdo si leí o escuché, en donde solo se enunciaba que el feminismo visibiliza y busca erradicar la desigualdad entre el hombre y la mujer.

El concepto que he construido sobre qué es el feminismo ha ido mutando con los años, con las lecturas, con los debates, con la reflexión, con la escucha activa y la memoria.

Teóricamente hay un sujeto hegemónico que es el hombre, pero no cualquier hombre. Es blanco, es heterosexual, tiene un cuerpo cis capacitado, burgués, educado, joven, occidental, entre otros atributos. Es este sujeto quien ha construido las reglas del privilegio, entre más parecido tengas a este sujeto, te encontrarás en una mejor posición en el mundo.

El feminismo es heterogéneo, porque, aunque tenemos muchas coincidencias, las experiencias de ser mujer cambian de acuerdo a nuestras características, tiempos y espacios. Se construyó en las calles, las aulas, los círculos de reflexión de manera subjetiva, cualidad que irrumpe las reglas de como se construye el conocimiento.

Nos brindó herramientas feministas poder visibilizar que el sistema heterocispatriarcal esta imbricado con otros sistemas de opresión como el racial, capital, capacitista y que, si no actuamos para derrocarlos a todos, entonces la liberación de las mujeres no será una realidad.

Cuesta muchísimo trabajo entender que nuestras acciones personales tienen un impacto en las demás personas, pero que también las problemáticas son sistemáticas. Que el feminismo no es un dogma, pues estamos muy conscientes que los dogmas son instituciones que mantienen la opresión.

Al feminismo le agradezco las amistades afectivas y políticas que he construido; en esos espacios me siento acompañada, ser incongruente y detonar conversaciones difíciles, pero necesarias porque los sistemas de opresión tienen formas casi imperceptibles de captar los discursos y las políticas feministas, lo que da una sensación de comodidad. Por ello el aprendizaje más valioso y probablemente la única regla feminista que tengo, es la constante autocritica.

¿Pero quién es el feminismo, los feminismos?

Otras mujeres, otras personas, que como tú y como yo todos los días cuestionan al sistema a través de su propia experiencia.

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