Bienvenidos, cuadernos matrios

Vozquetinta

¡Ay, la vieja meta de elaborar libros monográficos sobre la geografía, la historia y la cultura de cada uno de los 84 municipios hidalguenses! ¡Cuántos de nosotros hemos querido correr hacia ella! Y sin embargo, para fatalismo —matizo: para infortunio— nuestro, ¡cuántos machotes nonatos, cuántos borradores quedados en el tintero, cuántas intentonas abortadas, cuántos arranques optimistas pero frenados a la tercera o cuarta monografía por falta de respaldo o voluntad oficial! La tarea, en lo inalcanzable, la comparo siempre con el suplicio de Tántalo.

¿Aterrizará ahora sí, en los próximos meses, gracias al empuje, la coordinación y el mecenazgo intelectual de Verónica Kugel y Eduardo Cruz Beltrán al frente de su muy avanzado proyecto de cuadernos municipales? ¿Alcanzarán a redactar ambos los textos faltantes de aquellos municipios donde no hay cronistas decretados por el ayuntamiento o, de haberlos, no quisieron o no pudieron colaborar? ¿Tendremos por fin una base bibliográfica mínima de todas las demarcaciones del estado que nos encamine al conocimiento fiel de lo lugareño?

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Huelga decir que una labor así no es enchílame otra, empezando por la selección de los contenidos en cada volumen y el debido profesionalismo con que se trabajen. Acerca de muchos municipios hay que partir de cero, dada la carencia absoluta de estudios previos. En otros, tratar con pinzas algunas suspicacias políticas, no sólo actuales sino históricas. En otros más, balancear el tratamiento de cierto tema para no ofrecer una sola versión como dogma, mayormente si el asunto es polémico (¡cuidado con las lecturas torcidas, las “verdades” a modo y las interpretaciones fantasiosas, sacadas de la manga, típicas del trasnochado enfoque Mi-pueblo-es-el-ombligo-del-mundo!). Y en todos los casos, dirigir la misma atención a las comunidades que a la cabecera, so pena de caer en un peligroso centralismo municipal (variante, desde mi perspectiva teórica, del colonialismo interno que tipificó Pablo González Casanova).

La patria chica (la matria, diría Luis González y González) vista como inmediatez de la patria grande. Lo umbilical, lo íntimo, lo parentesco, lo contiguo, lo abarcable con la mirada, lo que puede tocarse y abrazarse, lo caminado, lo vivido a diario. En pocas palabras: lo que quiera significar el tan manoseado y escurridizo concepto de identidad. Descrita con pasión, soltura, ingenio, y a la vez con ética, equilibrio, información fehaciente. Donde lo común, aunque parezca obvio, tenga tanto peso como lo extraordinario.

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Para eso debe servir un cuaderno monográfico municipal. Lo más lejos posible de la fría y desangelada sumatoria de datos. Lo más cercano al retrato natural, sin pose, tomado primero con dron y luego con cámara a ras de tierra. Algo parecido a una selfi comunitaria. Y antes que nada, concebido como un documento en continuo proceso de mejora, exactitud, actualización… o de enmienda cuando sea justo y necesario. Así no nacerá con el pecado original de haberse parido un fósil sino un ser vivito y coleando.

Van aquí, Verónica, Eduardo, mis más efusivas porras para que consigan su propósito y de paso nos liberen del maleficio de tantas iniciativas frustradas. Aprovecho para reiterarles que ustedes ocupan un sitio especial entre mis cuadernos de doble raya.

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Enrique Rivas Paniagua

Contlapache de la palabra, la música y la historia, a quienes rinde culto en libros y programas radiofónicos